NO LA MATES TODAVÍA
Déjamela un día más,
aunque sea con lamentos
y ese frío que la mata a bocados...
Déjame que la mire más tiempo,
por aquello de la ausencia de sus ojos,
por aquello de la muerte de su risa...
Déjame que la abrace, déjame que le diga
por aquello del destierro de su cuerpo
por aquello de la falta de su abrigo
por aquello del vacío de su vida.
Déjame que le hable de tu error
del letargo a tu antojo
de tu mano que golpea ya su vida
de tu boca que corrompe ya su estima.
¡No la mates todavía!
¡No la borres de mi vida!
ni con ella te lleves este hogar...
¿Qué haremos cuando estemos ya
locos los dos,
tú por tu triunfo,
yo por mi madre perdida?
Marisa Pascual.
Desde Madrid. España.
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