sábado, 12 de noviembre de 2011

Marisa Pascual. Poesía





NO LA MATES TODAVÍA

Déjamela un día más,
aunque sea con lamentos
y ese frío que la mata a bocados...
Déjame que la mire más tiempo,
por aquello de la ausencia de sus ojos,
por aquello de la muerte de su risa...
Déjame que la abrace, déjame que le diga
por aquello del destierro de su cuerpo
por aquello de la falta de su abrigo
por aquello del vacío de su vida.

Déjame que le hable de tu error
del letargo a tu antojo
de tu mano que golpea ya su vida
de tu boca que corrompe ya su estima.

¡No la mates todavía!
¡No la borres de mi vida!
ni con ella te lleves este hogar...
¿Qué haremos cuando estemos ya
locos los dos,
tú por tu triunfo,
yo por mi madre perdida?



Marisa Pascual.
Desde Madrid. España.

Marisa Pascual. Artículo.





CARTA DE UN ADOLESCENTE A SU MADRE MALTRATADA.

No quisiera perturbar mis noches de tormento porque ya me siento solo sin sus gritos, una extraña añoranza mezcla de terror y hastío, donde intento descifrar sus ojos y hallar aquello que me quita y es tan mío, las sonrisas oscurecidas por una paliza, las manchas que en su cuerpo se han convertido en caminos conocidos, los gritos entre las sombras que ni las esquinas se atreven a mostrar, lágrimas desterradas en busca de ojos que las guarden, ilusiones esparcidas entre muebles demasiado cansados de contener el polvo de sus iras, miedos y deshonras, y es que yo aquí, tan solo y tan mío, tan acompañado, al menos la tengo, aun no se ha ido, aun me la deja aunque sea muerta del frío que en este hogar ya invade las paredes, que con vergüenza, muestran la miseria esparcida y condenada a ser fotografía de rencores ya caducos, techos ennegrecidos por el odio escapado de bocas mudas de alegrías...y es que yo aquí tan sólo y tan mío, tan acompañado, al menos la tengo, aún no se ha ido, aún me la deja aunque sea fantasma de su propia sombra que con terror, no sabe qué parte de su cuerpo proteger cuando ese chasquido anuncia que la puerta de lo que pudo ser hogar, dará paso a la persona cuyo aliento petrifica el escaso calor que permanece en nuestros cuerpos ya rendidos.


Marisa Pascual Montero.
Desde Madrid. España.

Marisa Pascual. Artículo.




CARTA DE UNA ADOLESCENTE A SU MADRE ASESINADA.

Te me escapas entre los dedos y ese aire de ausencia me araña la piel... intento cerrar mis puños para atraparlo y hacer fuerza y así una vez hecho mío, respirarlo..., pero abro mis manos y sólo veo mis pliegues, mis líneas claudicando, mi color blanco que contiene todo menos tu nombre, quizá la velocidad de la luz te haya penetrado y te hayas convertido en mi estrella fugaz, aquella que alberga todos mis deseos..., aquella que contiene mi parte más vital...intento recrearte en el vacío de mi hogar arrebatado, herido hasta sangrar las esquinas acostumbradas a tu rostro... pero este aire gélido me anuncia retirada y cuando en un intento apoteósico de solidificar mi voz entre las tinieblas del olvido te pregunto el motivo de tu abandono... ya no me contestas...ya sólo puedo oír esos gritos clavados muy adentro, esas súplicas, ese abatimiento... y yo, desde mi almohada, en un recóndito apartado de mi mundo, resguardarme entre las sábanas para aniquilar aquellos golpes que él te daba, aquellos insultos, mientras mis manos aspiraban a borrar mis oídos para que dejaran de sentir, de esculpir el miedo a golpes de martillo en mis entrañas y alejarme del infierno que devoraba mi mundo arropado con tus cálidas miradas, tus sonrisas necesarias, el día a día que me convirtió en la adolescente que ahora soy..., ¡oh madre!, ¿qué puedo hacer ahora que el peso del rencor se ha hecho cómplice de mi parte más cobarde?, ¿cómo dibujarte en mis monólogos?, ¡madre!, me abandono a la locura por no vengar tu muerte y morirme yo con él..., ¡madre!, ¡madre!, me pregunto qué te hizo soportar el primer insulto, la primera paliza... ese brinco de esperanza congelada, envenenada con la primera arremetida y ese afán por esconder siempre la crueldad, el martirio de soportar la carga sobre tus hombros ya baldíos a la sombra de tus ojos apagados... Ahora que todo ha pasado... siento que aquella sombra seguirá despellejándome por dentro hasta morirme contigo, hasta formar parte de tu estrella fugaz...


Marisa Pascual Montero.
Desde Madrid. España.



Enrique Arias Vega. Artículo




EL LEGADO DE MIGUEL HERNÁNDEZ

    Un efecto colateral de la crisis económica es la supresión de muchas subvenciones culturales perfectamente prescindibles.
    Claro que los afectados pueden coger un rebote considerable. Es el caso de la nuera de Miguel Hernández, que se ha llevado los recuerdos del apasionado poeta oriolano a la caja fuerte de un banco. Todo, porque la alcaldesa de Elche ha dejado de pagarle 3 millones de euros.
    Esta pelea pecuniaria supongo que le resultaría incomprensible al trágico autor de Nanas de la cebolla y otros de los versos más emotivos de nuestro reciente pasado.
    Y es que el legado de los artistas es algo de lo que debe beneficiarse el público en general y no constituir el modus vivendi de familiares políticos que ni conocieron al poeta fallecido hace 70 años.
    Uno, que ha estado en docenas de casas-museos de escritores, desde la de la Premio Nobel Grazia Deledda en Cerdeña hasta la de Miguel de Unamuno en Salamanca, no ha visto nunca este fúnebre tráfico mercantil. Es más, cuando un editor pretendió lucrarse con unas cartas de don Miguel, en seguida se armó la marimorena.
    Bien distinta es la caridad disimulada con artistas económicamente venidos a menos, como le ocurrió al eximio Rafael Alberti, a quien se le compró más que generosamente su biblioteca, la cual pudo conservar hasta su muerte.
Lo otro, en cambio, no tiene pase.
    Sin embargo, han sido demasiados años de financiar con dinero público exposiciones absurdas y libros mediocres, películas inéditas y montajes grotescos. Y así se ha creado el triste hábito de que gente sin mérito propio quiera beneficiarse del talento ajeno.


Enrique Arias Vega
Desde Valencia. España.