CARTA DE UNA ADOLESCENTE A SU MADRE ASESINADA.
Te me escapas entre los dedos y ese aire de ausencia me araña la piel... intento cerrar mis puños para atraparlo y hacer fuerza y así una vez hecho mío, respirarlo..., pero abro mis manos y sólo veo mis pliegues, mis líneas claudicando, mi color blanco que contiene todo menos tu nombre, quizá la velocidad de la luz te haya penetrado y te hayas convertido en mi estrella fugaz, aquella que alberga todos mis deseos..., aquella que contiene mi parte más vital...intento recrearte en el vacío de mi hogar arrebatado, herido hasta sangrar las esquinas acostumbradas a tu rostro... pero este aire gélido me anuncia retirada y cuando en un intento apoteósico de solidificar mi voz entre las tinieblas del olvido te pregunto el motivo de tu abandono... ya no me contestas...ya sólo puedo oír esos gritos clavados muy adentro, esas súplicas, ese abatimiento... y yo, desde mi almohada, en un recóndito apartado de mi mundo, resguardarme entre las sábanas para aniquilar aquellos golpes que él te daba, aquellos insultos, mientras mis manos aspiraban a borrar mis oídos para que dejaran de sentir, de esculpir el miedo a golpes de martillo en mis entrañas y alejarme del infierno que devoraba mi mundo arropado con tus cálidas miradas, tus sonrisas necesarias, el día a día que me convirtió en la adolescente que ahora soy..., ¡oh madre!, ¿qué puedo hacer ahora que el peso del rencor se ha hecho cómplice de mi parte más cobarde?, ¿cómo dibujarte en mis monólogos?, ¡madre!, me abandono a la locura por no vengar tu muerte y morirme yo con él..., ¡madre!, ¡madre!, me pregunto qué te hizo soportar el primer insulto, la primera paliza... ese brinco de esperanza congelada, envenenada con la primera arremetida y ese afán por esconder siempre la crueldad, el martirio de soportar la carga sobre tus hombros ya baldíos a la sombra de tus ojos apagados... Ahora que todo ha pasado... siento que aquella sombra seguirá despellejándome por dentro hasta morirme contigo, hasta formar parte de tu estrella fugaz...
Marisa Pascual Montero.
Desde Madrid. España.
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