sábado, 6 de abril de 2013

José Francisco Juste. Poesía


                                               SIN APELACIÓN
                                                 

            Un día juraste amarme eternamente
            y tu amor de hiel fue el infierno.
            Poseo en mi cuerpo tantas heridas,
            horas de insomnio y lágrimas,
            que no caben en todos los embalses de este planeta.
            Me hiciste “caminar” como perra,
            ronronear como gata, llorar como cocodrilo,
            y esparcirme como la arena arrastrada por el huracán.
            Si es cierto el mandamiento sacro de
            “Amar a quien te golpea”,
            puedo asegurarte que mi amor fue ilimitado.
            Me robaste la adolescente sonrisa de la vida
            hasta convertirla en la huella inútil que la luz deserta.
            Enlodaste mi piel y mi mejor optimismo.
            Me ofreciste un cáliz rebosante de soledad eterna
            y te fuiste dejando, burla suprema, una fecha vacía.
            Contémplame bien, soy ese árbol que agoniza impotente
            ofreciendo su sombra con inútil ternura de quimera.
            Soy la muerta más muerta de la tierra.
            Pero no es la memoria quien fenece.  
            Me he ganado el derecho a recordar
            el amor que un día sentí por ti.
            Me he ganado el derecho a que figures 
            en los altares del horror consciente.
            Por eso, he abierto un proceso a tu recuerdo
            y en pleno uso de mis facultades mentales,
            te declaro culpable, sin apelación.


Desde Valencia. España

sábado, 31 de diciembre de 2011

Luis E. Pietro. Narrativa.

 

 

GUAPITA DE CARA



    Guapita de cara me enseña cicatrices que dejaron las calles en su cuerpo, cuando tenía que andar buscando refugio a sus soledades y hambres.

    Ironiza desde más allá del amor y del deseo, provocando mis pasiones con sus labios de tigresa en celo, y refugia sus pestañas detrás de unos dientes encajados por un desprecio de siglos.

    No hace el amor sino la guerra, con la mirada perdida y vencida desde el tiempo del alcohol y del caballo, reciclando salivas y recuerdos: inocencias de margaritas olvidadas, latitudes de rosa y amarillo en cumpleaños vagabundos.

    Guapita desencaja su sexo en una lucha de fantasmas inservibles que le rondan la boca, y escupe maldiciones que tatuaron sus carnes de princesa sin corona.
Luego recela del sueño y me vigila, acechando el silencio de las sábanas, recorriendo el ruido sin palabras de una voz que siente sospechosa e inquietante, con el puño preparado para el golpe o la defensa.

    Tiene sangres acunadas en los labios y soles escondidos en los rincones del miedo y la revancha. Hijos requisados antes del latido y madres abatidas por el corazón del odio en su despensa de vida. Inocencias transgredidas por hermanos que rompieron sus sonrisas. Padres en moratones de lucha y asco. Amores de aguja y muerte.

    Guapita de cara se viste, y, con gesto torcido, zarandea mi brazo: “¿dónde está mi parte?”

    Se alisa sus cicatrices... y se pierde en la noche.



Luis E. Prieto.
Desde Madrid, España.

Luis E. Pietro. Narrativa.




TE TRATARÉ COMA A UNA REINA...

    Anochecía...
    No era significativo el dolor de la última paliza porque me había jurado que sería la última, que nunca más me rompería la mandíbula con el paraguas chino, que jamás me patearía la barriga con aquella rabia de loco irresponsable. Luego hicimos el amor casi con la misma rabia con la que me zarandeó apenas ocho horas antes. Realmente era increíble, tanto en lo bueno como en lo malo. Era, a todas luces, un ser distinto, extremo y delicado. Cuando perdía el control se comportaba como un ciclón, como una fuerza inmensa de la naturaleza que arrasaba todo lo que encontraba a su paso. Con el niño parece que se contenía un poco y casi nunca llegó a marcarle de una forma irremediable. Yo solía interponerme en su camino porque intuía que mi amor era más fuerte y estaba más preparada que el niño para soportar su furia irrefrenable  y transitoria. No debería beber porque el alcohol le está perjudicando y le avoca, inevitablemente, a la furia. Luego, cuando se le pasa, me pide perdón  y llora amargamente con unas lágrimas que no pueden ser fingidas, que son tan reales y dolorosas que me encogen el alma y me dan ganas de comérmelo a besos. Pero no quiero hacerlo porque temo que se sienta disminuido en su hombría y lo pase mal, que piense que no le valoro su condición de macho poderoso y dominante. Yo sé que cambiará. Sé que algún día se dará cuenta de que mi amor por él es tan inmenso que ya no necesitará esa rabia que le desborda cuando sin querer le contradigo. Solo espero que me de tiempo a poder demostrarle que mi amor será capaz de contrarrestar a su ira inevitable...

    Amanecía...
    Dentro de un rato me pondré la burka y taparé mi cuerpo al mundo para dirigirme al mercado. Es una prenda incómoda que detesto, pero mi padre me la ordenó cuando hace un año cumplí los diez y seis. Mi madre me dijo, al oído para que mi padre y mis hermanos no se enterasen, que era una prenda insufrible y pesada, pero que tiene la ventaja de que te aísla del mundo y que te mantiene siempre limpia sin tener que hacer grandes esfuerzos personales. Mi padre no me preguntó. Simplemente  cumplió con su deber y con la tradición. Mi hermano me acompañará ahora  por las callejuelas para que nadie me importune. Los primeros días me sentí como una prisionera, pero ahora entiendo que es lo correcto y lo positivo. Ahora no sabría qué hacer todos los días exponiendo mi cuerpo a las gentes como si fuera una propiedad compartida. Sé que mi padre ha hablado ya con el padre de mi primo para arreglar mi boda. Mi primo parece un buen hombre aunque solo lo he visto una vez hace ya unos meses cuando vino de visita a la ciudad. Tiene casi la misma edad que mi hermano y parece fuerte y sano. Me gustaría que mi padre y mi tío llegasen pronto a un acuerdo en la dote porque sé que su casa es amplia y puede ser un buen marido para mi. Me ha dicho mi prima que cuando no está enfadado se ríe mucho. Espero que con el tiempo sea yo capaz de hacerle feliz y de no enfadarle nunca...

    Te trataré como a una reina.

Luis E. Prieto.
Desde Madrid, España.

Luis E. Pietro. Poesía.




SUBSAHARIANAS


Te has mudado inquieta

tu túnica tribal y colorista
para enfundarte en una botas
de princesa repudiada, y en un body
de trotamundos del sexo.

Has dejado tus rebaños,
los vociferantes mercados preñados
de olores picantes y difusos,
tus ríos cimbreantes, tus campos
resecos en el polvo de los siglos,
tus cabañas, tus poblados, tus brujos,
tus tótenes y tus tabues,
tu naturaleza sangrienta e insatisfecha,
y te has quedado apalancada,
inhiesta y provocante, como una flor
de plástico y de lujuria, de soledad,
en la Casa de Campo.

Tus carnes prietas y negras,
tus ojos blancos y grandes,
tus inmensos dientes, tu sonrisa
triste y forzada para el macho,
tus curvas aireadas y puestas a punto,
no saben qué hacer ni para qué
con la vida prometida y no alcanzada
más que con un cleenex por bandera.

Un día prostituimos a tus pueblos
dejando el olor nauseabundo y pegajoso
de la codicia y la opulencia,
convirtiendo en sangre esclava y sucia
a tus tierras y a tus gentes,
y hoy, más finos, más retorcidos,
infinitamente más poderosos y putrefactos,
prostituimos a tus mujeres y a tus niñas
so pretexto de un mundo donde todo
es mas accesible y compartido.

Gentes de África, mujeres africanas:
os han “infibulizado” en nombre de Alá
y en nombre de Cristo os prostituyen
con la misma tranquilidad de conciencia
y con similares argumentos.

Mujeres africanas:
sois la semilla y la esperanza,
la revolución pendiente y agraviada
de este primer mundo desquiciado
que ensucia todo lo que toca.

Mujeres africanas:
cerrad las piernas y abrid los brazos,
dejad el corazón y la rabia
en la punta de vuestra antigua lanza
tribal y poderosa...


Luis E. Prieto.
Desde Madrid, España.



Luis E. Pietro. Poesía.

 

 

DETRÁS DE UNA BURKA


(La burka es la túnica ritual y obligada para la inmensa mayoría
 de las mujeres de Afganistán
 y para muchas mujeres ignoradas y controladas
por el fundamentalismo islámico)


¿Qué haremos con la rabia?
¿De qué carnes se funden mis pasiones
encerradas tras los velos?
¿En qué hora de tiempos escapados
se ha quedado mi sexo protegido?
Solo pariré monstruos eficientes
al abrigo de tus rezos,
engendraré solo retales ofensivos
para un dios que me humilla y me castiga.

(Mujer, concubina obligatoria:
tu templo es mi refectorio
de respetos y silencios.
He de administrar la blancura
de tu útero solaz y poderoso)

¿De dónde me llegan las ofensas
que no rompen mi cerebro?
¿De dónde las mentiras y las iras?
¿Cómo dejaré estos barrotes
que me castran y me anegan?
La tierra que piso y fantasmeo
solo es un sepulcro contagiado
de miedos nuevos y ancestrales
teñidos de dioses imposibles.

(Mujer, Alá es misericordioso:
tu paz es mi garantía,
tu reserva mi fortaleza,
tu posesión mi jactancia,
tu conformismo mi esencia)

Llegará la hora destemplada
de los monstruos:
robaré los gritos silenciados
para hacer piras funerarias
donde parir mis sacrificios.

Y, entonces,
entonces, sí, Alá será misericordioso...


Luis E. Prieto
Desde Madrid