GUAPITA DE CARA
Guapita de cara me enseña cicatrices que dejaron las calles en su cuerpo, cuando tenía que andar buscando refugio a sus soledades y hambres.
Ironiza desde más allá del amor y del deseo, provocando mis pasiones con sus labios de tigresa en celo, y refugia sus pestañas detrás de unos dientes encajados por un desprecio de siglos.
No hace el amor sino la guerra, con la mirada perdida y vencida desde el tiempo del alcohol y del caballo, reciclando salivas y recuerdos: inocencias de margaritas olvidadas, latitudes de rosa y amarillo en cumpleaños vagabundos.
Guapita desencaja su sexo en una lucha de fantasmas inservibles que le rondan la boca, y escupe maldiciones que tatuaron sus carnes de princesa sin corona.
Luego recela del sueño y me vigila, acechando el silencio de las sábanas, recorriendo el ruido sin palabras de una voz que siente sospechosa e inquietante, con el puño preparado para el golpe o la defensa.
Tiene sangres acunadas en los labios y soles escondidos en los rincones del miedo y la revancha. Hijos requisados antes del latido y madres abatidas por el corazón del odio en su despensa de vida. Inocencias transgredidas por hermanos que rompieron sus sonrisas. Padres en moratones de lucha y asco. Amores de aguja y muerte.
Guapita de cara se viste, y, con gesto torcido, zarandea mi brazo: “¿dónde está mi parte?”
Se alisa sus cicatrices... y se pierde en la noche.
Luis E. Prieto.
Desde Madrid, España.
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