domingo, 11 de diciembre de 2011

Isabel Oliver. Artículo.




DISCURSO CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO
25-11-11



    Sras. y Srs. Presidentes de las distintas instituciones culturales valencianas, Sras. y Srs. Escritores y Rapsodas, amigos todos, que hoy vais a participar en este acto. Unos lo haremos haciendo uso de la palabra y los demás, con vuestra presencia. Presencia y palabra conjugan la simbiosis del éxito en todo tipo de reunión y mucho más en esta, que es por una causa noble a la vez que justa. Muchas gracias por vuestra asistencia.

    Desde el año 2008, en el Ateneo Blasco Ibáñez hemos iniciado una apuesta por la concienciación social en pro de la igualdad de derechos de más de la mitad de un género perteneciente a la raza humana, llamado mujer.
Todos sabemos que desde el siglo XX todas las Constituciones democráticas vienen incorporando una clara protección del derecho femenino a la igualdad en su articulado. En la nuestra de 1978 viene detallado explícitamente en su artículo 14 al rechazar la discriminación por razón de sexo. Sin embargo, esta discriminación se sigue cobrando su tributo de lealtad machista, al reflejarse en la violación del principio constitucional.

    Muchas voces se alzan en apoyo del principio de igualdad y de ayuda a la mujer maltratada. Desde las entidades gubernamentales de cada país, a las organizaciones no gubernamentales en todo el mundo… y sin embargo, la violencia contra las mujeres no cesa.

    Estamos asistiendo a una revolución anunciada. Una revolución que ha empezado desde el núcleo familiar, donde la mujer exige su derecho a la igualdad con su pareja en la toma de decisiones, en la educación de los hijos, en la realización de las tareas del hogar y se extiende fuera del reducto familiar buscando su sitio… y es ahí donde la mujer exige su derecho a la independencia económica por medio del trabajo remunerado. Y para conseguirlo exige poder ejercer su derecho a la educación universitaria, y desde ahí quiere poder ejercer su derecho de participación en condiciones de igualdad, en la organización jurídica, legislativa y ejecutiva de la sociedad del país en que vive.

    Esta vindicación, reiterada por las mujeres de nuestra era, en los movimientos feministas del S. XIX, ha ido conquistando con presupuesto de éxito el reconocimiento de igualdad de la mujer en las leyes. Pero la mayoría de las sociedades están aquejadas de una fuerte tradición machista: Desde hace muchos siglos los hombres han legislado y, por tanto, han elaborado unas leyes que les eran favorables y que les situaban en un status de dominio frente al género femenino.

    Todos estamos de acuerdo cuando decimos que en el último siglo los avances tecnológicos y científicos han facilitado el progreso a la Humanidad más de lo que lo había hecho en los últimos diez siglos anteriores.

    En justa consecuencia, las aspiraciones tradicionales han sufrido un brusco cambio: la mujer no se conforma con su único papel, asignado por el varón, de generadora de vida, de callado apoyo, y muchas veces, impulsora de los logros masculinos. Reclama su sitio. El reconocimiento a su valía. Y lo hace en primer lugar desde su hogar, provocando así la resistencia de su compañero, que se niega a perder su primacía. Resultado: mujeres sicológicamente maltratadas, mujeres físicamente agredidas, mujeres muertas a manos de quienes se creen con derecho a quitar la vida, porque la vida de una mujer les parece inferior al absurdo deber de respetar y cumplir las leyes que el maltratador impone.

    Ante esta cruel realidad los poetas no podemos quedar impasibles. Se dice de nosotros que tenemos una sensibilidad especial; y por eso creo que hemos de comprometernos.

    Es por ello que hace cuatro años fundé el movimiento Escritores pro Derechos Humanos, al que he dado impulso desde el Ateneo Blasco Ibáñez. Además de estos actos concretos contra la violencia de género, damos conferencias y una vez al año reunimos a destacados escritores y profesores para que ofrezcan ponencias acerca del drama que genera el desamparo de los Derechos Humanos en el mundo.

    El acto de hoy pone fin a las IV Jornadas de Escritores pro Derechos Humanos que este año el Ateneo Blasco Ibáñez ha llevado a cabo junto con la Universidad de Valencia, y en las que han participado junto con escritores del Ateneo, diversos catedráticos de la Universidad, además del Sr. Rector Magnífico y del Sr. Decano de la Facultad de Derecho.

    Esta iniciativa cuenta desde el principio con el apoyo del Ministerio de Cultura y de otra máxima instancia como después tendréis ocasión de comprobar.

    Somos escritores. La sociedad tiene que saber que hay una clase de intelectuales comprometidos con la causa de apoyo a los Derechos Humanos que tiende su mano ante una realidad que no admite discrepancia de criterios, sino, unidad para atajar su mal.

    Por eso, en nombre de los Derechos Humanos agradezco a los representantes de las instituciones culturales valencianas que os hayáis sumado a este acto en representación de vuestras entidades. La creación de conciencia social a favor de la protección de los Derechos Humanos es una gran causa que reclama la hermandad de los que trabajamos con la palabra y de los que se solidarizan con ella. Gracias a los poetas del Ateneo por responder masivamente con vuestra sensibilidad en la creación de los poemas que a continuación leeréis.

    La Constitución es la Carta Magna donde se recogen los derechos y deberes de los españoles. En su Título preliminar, artículo 1. 2ª, dice: “La soberanía reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Siendo el articulado del titulo I el encargado de fijar la protección de los Derechos fundamentales de la persona. Por eso, se van a leer algunos artículos de la Constitución Española.

    Puede que así, con el rechazo unido y clamoroso de todos los actores sociales, el maltratador asuma que tiene un problema, se lo piense dos veces antes de volver a agredir y busque ayuda para solucionarlo.

    Si con estos actos somos capaces de aportar nuestro pequeño esfuerzo y sumar nuestra voz a las voces de las instituciones gubernamentales y de las ONEGS que trabajan por los derechos de igualdad de la mujer en el mundo, habremos obtenido la mayor de las satisfacciones: que el mundo de las mujeres diste un poco menos de el de los hombres.

    Muchas gracias.


Isabel Oliver
Presidenta del Ateneo Blasco Ibáñez.

Desde Valencia, España.




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