DEMOCRACIA, JUSTICIA Y POBREZA EN AMÉRICA LATINA
Democracia, justicia y pobreza son tres conceptos que difieren uno de otro, pero no hay dudas que guardan entre sí una estrecha relación, socialmente hablando.
Todos los pueblos del mundo, desarrollados o no, buscan tener cero pobreza extrema, una justicia sólida e institucionalizada y una democracia plena.
Sin embargo, cuando una nación tiene segmentos poblacionales afectados por la pobreza y la pobreza extrema (se consideran pobres extremos a quienes aun destinando todos sus ingresos a la compra de alimentos no alcanzan a cubrir la canasta básica), hay que reflexionar muy en serio.
No es una verdadera falacia hablar de una verdadera justicia social y de una verdadera democracia, y me refiero a esto porque generalmente en las naciones latinoamericanas, se habla mucho por parte de los gobernantes sobre la justicia y la democracia.
Pero, parece ser que se olvida que en la mayoría de los países del área se tienen niveles de pobreza y pobreza extrema que afectan a porcentajes muy elevados de la población de los mismos.
Es preciso destacar que esta pobreza y esta pobreza extrema, y todas las funestas consecuencias que se desprenden de tales problemas sociales, contrastan con la riqueza de unos pocos.
Los indicadores internacionales nos dicen que la pobreza sigue creciendo en América Latina y el mundo, y que alrededor de un 10% de la población detentan el 85% de la riqueza global.
A su vez se sigue proclamando a la democracia como el sistema propicio para alcanzar la justicia, pero cabe preguntarse ¿por qué si cada vez más Estados se estructuran “democráticamente” no se reduce la pobreza en el mundo?
Recordemos que la filosofía social señala que es preciso profundizar en las causas intrínsecas y reales de la democracia para develar cuáles son los contenidos de verdad que se presuponen en el sistema que favorecen de hecho la insolidaridad real de los Estados democráticos.
Si nos adentramos a un riguroso análisis del campo semántico de la democracia, la esencia de la misma estaría en la participación real del pueblo en el gobierno del Estado.
Es verdad que el concepto de democracia y de justicia se han visto enriquecidos progresivamente en su campo semántico en los últimos tiempos, de tal modo que existen “valores añadidos” que se presuponen cuando se utilizan estos términos como sistema político, entre los que merece especial atención el de los derechos humanos.
Este ya no implica la simple participación o expresión de los ciudadanos, sino su capacidad de satisfacer a plenitud sus necesidades esenciales.
De manera que democracia y justicia no pueden ser plenos cuando en una sociedad existen pobres y pobres extremos.
Si bien el panorama mundial no se presenta nada halagüeño, en América Latina los gobiernos deberían trabajar arduamente para disminuir los índices de este flagelo que pone en peligro y entredicho al sistema democrático y la paz en nuestras sociedades.
Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez
Desde Uruguay
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