ENCUENTRO CON WASHINGTON…
¿LA INDIGNACIÓN DESESTABILIZARÁ AL MUNDO?
Hace unos años el politólogo y geopolítico francés Dominique Moïsi, catedrático de la Universidad de Harvard y el Colegio de Europa e integrante del grupo Bildenberg, publicó un libro en el cual sostenía que posterior al ataque terrorista del 11-S la política internacional se ha regido por el “Choque de emociones”. Recordemos lo que con anterioridad su colega de Harvard, Samuel Huntington llamó el “Choque de civilizaciones”.
Pero según este hijo de un sobreviviente de Auschwitz, el miedo predominante en Occidente, la humillación y exclusión padecida por los pueblos musulmanes sumado a la alucinante esperanza que suscita el crecimiento económico en Asia, son las fuerzas principales cuya interacción definirá la geopolítica mundial, tanto o más que las tensiones de identidad, el declive de algunas potencias y el ascenso de otras, la lucha por los recursos naturales o la creciente privatización de la violencia.
Hoy Moïsi debería agregar al miedo, la humillación y la esperanza presentes en su obra una cuarta emoción: la indignación. Un tsunami de indignación llega y golpea algunas costas del mundo. Aunque las causas no sean las mismas de los que protestan en España, México, Marruecos o Grecia entre otros, estas tienen su origen en sensaciones similares: el desencanto, la creciente ola de desconfianza, una gran frustración y un amargo desengaño.
Lo cierto es que entre estas protestas hay un denominador común que no puede ser ignorado, la idea de que en el mundo algo está fuera de orden y la sensación real de que quienes deben conducirlo correctamente no están haciendo de forma adecuada su labor.
Si bien es justo decir que algunos de los grupos de “indignados” no tienen bien claro que se debería hacer para cambiar la situación y a veces se carece de una agenda coherente así como de un liderazgo que pueda “aterrizar” las emociones en una hoja de ruta que ayude a llegar a los objetivos deseados.
La realidad es que a estas movilizaciones en diferentes puntos del planeta no se les puede ni debe subestimar; ni a ellas ni a la convulsión que pueden generar tanto en sus propias sociedades como en el exterior.
Sabemos que la indignación no es suficiente para cambiar al mundo, pero respondiendo al título de este análisis me atrevo a decir que es una emoción lo suficientemente fuerte que si crece puede desestabilizarlo
¡Hasta el próximo encuentro…!
Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez
Desde Uruguay
e-mail:danielgorosito@prodigy.net.mx.
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