CULTURA, LITERATURA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN.
Ahora que se está celebrando una de las Ferias del Libro más importantes del mundo, como es la de Madrid, sería conveniente preguntarnos si la literatura recibe la atención que se merece.
Este pasado fin de semana estuve de nuevo firmando ejemplares de mis novelas en la Feria del Libro de Madrid y pude comprobar nuevamente que, en teoría, todo el mundo apoya sin tapujos a la cultura y a todo aquello que ésta puede aportar a la sociedad, pero en la práctica, los hechos no se corresponden en absoluto con esas buenas intenciones (mientras dura la Feria sí hay mucha repercusión mediática, pero en cuanto termina, de nuevo vuelve el olvido), por lo que creo que deberíamos preguntarnos ya de una vez por todas si en realidad los grandes medios de comunicación promocionan como deberían tanto la cultura en general, como la literatura en particular.
Pienso que al hablar de este tema en primer lugar deberíamos ser conscientes de que la mayor parte de los medios de comunicación suelen funcionar generalmente (si es que no son estatales) como cualquier empresa, es decir, a través de la promoción de sus productos para conseguir unos determinados intereses económicos que les permitan subsistir y, además, obtener beneficios. Pero a diferencia de otro tipo de negocios (pues a fin de cuentas casi siempre se trata de eso, de un negocio), los ingresos en este caso no se suelen obtener a través de la venta directa de un producto, sino por medio de contratos publicitarios que dependen del índice de audiencia del mencionado producto. Un producto, por cierto, que no vende más por su calidad, sino por la aceptación que obtiene del resto de la ciudadanía según su particular gusto.
Así pues, es justo ahí cuando los medios de comunicación convencionales ya se comportan como cualquier empresa, entrando en la ley de la oferta y la demanda, o mejor dicho en este caso, en la guerra de las audiencias. Y es precisamente en ese instante, y teniendo en cuenta todo lo expuesto hasta el momento, cuando podemos empezar a entender esa poca atención que los medios de comunicación en general prestan a la cultura y, en particular, a la literatura, pues por desgracia vivimos en un país en el cual los índices de lectura son muy bajos. Un país, por otro lado, en el que la cultura generalmente ocupa un segundo lugar, e incluso me atrevería a decir que hasta un tercer o cuarto lugar. No hay más que ver la escasa programación cultural que se ofrece (documentales de investigación, representaciones teatrales, programas literarios…) frente al ocio y, en especial, frente a la denominada “tele-basura” (Gran Hermano, Corazón Corazón, Salsa Rosa y otros muchos espacios de ésta índole).
Pero aún así, y entendiendo al menos el porqué de esta situación (soy de los que piensan que para solucionar cualquier problema hay que entender por qué se produce e ir así a la raíz del mismo), considero que, aunque resulte en un principio algo utópico, todos los medios de comunicación sin excepción deberían por ellos mismos destinar unas determinadas horas dedicadas a la cultura en general. Sí, evidentemente considerar esto es, en principio y según están las cosas, una verdadera utopía, pero siempre hay una segunda opción que consistiría en que fuera el Estado el que, de alguna forma, intentara mediar en el asunto para conseguir una determinada regulación en ese sentido. Y no, no creo que, como algunos estarán pensando ahora, eso fuera una intromisión del Estado en los intereses particulares de las empresas, puesto que por una parte afectaría a todos por igual y, por otro lado, hay que tener en cuenta que algo similar ya se ha hecho al obligar a los medios de comunicación a no emitir “tele-basura” en el horario destinado a la audiencia infantil.
Como anécdota, y al hilo de lo que estoy diciendo por si pudiera servir de ejemplo, recuerdo que en mis tiempos de infancia me acostumbré, quizá porque en aquellos años no existía más oferta televisiva, a ver aquel mítico programa llamado “Estudio 1” en donde se nos ofrecían diversas obras teatrales de gran calidad. Sí, posiblemente debido a mi corta edad me acostumbré a ver dicho programa porque no tenía otra opción, pero lo cierto es que fue a partir de entonces cuando empecé a disfrutar del teatro y con la cultura en general.
Es evidente que casi todos los niños prefieren jugar a ir al colegio, razón por la cual tanto los padres como los profesores les hacemos entender, o al menos lo intentamos, que la base de sus conocimientos repercutirá en su futuro más inmediato, pero si decimos esto a nuestros hijos… ¿por qué no nos aplicamos eso a nosotros mismos a la hora de culturizarnos, aunque ya estemos en edad adulta? ¿Por qué no somos capaces, como sociedad, de seguir acumulando conocimientos para de esa forma tener un mayor criterio a la hora de valorar todo aquello que sucede a nuestro alrededor?
Aunque quizá, en esto de culturizarnos, tenemos que reconocer también que no es precisamente a nuestros dirigentes a quienes más les interesa una población culta y con criterio. Sí, es evidente que quieren buenos profesionales, pero simplemente en su materia, y me explico. Quieren médicos que sean grandes investigadores o ingenieros capaces de hacer espectaculares edificaciones, pero enseñar a la ciudadanía a preguntarse el porqué de todo y a dotarnos de una amplia cultura general, eso ya es otra cosa. Pienso que no les interesan ciudadanos con el criterio suficiente a la hora de valorar sus políticas, de ahí que prefieran que la ciudadanía utilice su tiempo en saber si un pobre diablo le ha puesto los cuernos a su pareja en lugar de ver, por ejemplo, lo que realmente sucede en Oriente Medio o lo que ha ocurrido en la “revolución social y ciudadana de Islandia”, de la cual por cierto, apenas se ha dado información no sea cosa que ahora a la mayor parte de los ciudadanos les dé por hacerse un sinfín de preguntas y como consecuencia de éstas se les ocurra a todos “pensar”.
Y si me lo permiten, me gustaría hacer un último apunte en este tema de los medios de comunicación y la literatura en particular, pero en este caso dirigido a los medios locales. Recuerdo que en mis inicios como escritor, en una ocasión acudí a una televisión local debido a que el presentador de un programa cultural había leído una de mis novelas (en este caso concreto era “La República dependiente de Mavisaj”, mi segunda novela). Bien, pues tras casi una hora de entrevista, dicho presentador se dirigió a la audiencia diciendo abiertamente y sin tapujos, que le había sorprendido tan gratamente mi novela que no entendía cómo no éramos capaces de arropar más a nuestros creadores locales ya que muchos de ellos no tienen nada que envidiar respecto a autores ya consagrados incluso a nivel internacional. Es curioso, pero fue entonces cuando comprendí que el problema de muchos autores en sus inicios no es que no tengan la suficiente calidad, sino que los medios de comunicación locales, que son los de más fácil acceso, ni tan siquiera se suelen molestar en intentar leer su obra para así poder valorarla realmente. Evidentemente no son todos, pero la mayoría prefieren ir a lo cómodo, es decir, a leer lo que todo el mundo lee, por lo que por desgracia la célebre frase que dice “nadie es profeta en su tierra” (al menos en sus inicios), seguirá instalada en el refranero popular por los tiempos de los tiempos.
Víctor J. Maicas.
*escritor.
Desde Castellón, España.
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