GRACIAS A ETA
Si yo fuese un tipo inmoral como Rufino Echevarría, Diez Usabiaga y otros de su calaña, estaría eternamente agradecido a ETA y besaría allá por donde pisan los terroristas.
Estos siniestros personajes permanecen visiblemente detrás de esos otros que, como Iñaki Zabaleta, ofrecen la nueva cara —democrática y pacífica, dicen— de la izquierda radical abertzale.
Gracias a ETA, la sedicente izquierda a la que representan tiene una presencia desproporcionada e impone un temor totalitario que no habría logrado por la simple fuerza de los votos. Lo mismo, vamos, que Adolf Hitler, quien llegó al poder gracias a las urnas, pero habiendo zurrando la badana a sus adversarios mediante sus fuerzas de choque.
ETA también ha allanado el camino para que las sucesivas versiones de Batasuna —su instrumento electoral— pudieran acceder a ayuntamientos y cajas de ahorro, parlamentos y diputaciones y se beneficiaran de ellos con total impunidad.
ETA ha practicado no sólo el asesinato, la mutilación, la extorsión y el sometimiento moral de dos generaciones, sino que también ha conseguido la limpieza étnica —otra analogía con el nazismo— al haber forzado a exiliarse a más de 200.000 vascos.
¿Cómo no van a estarle, pues, agradecidos sus beneficiarios?
Por eso, aunque Sortu rechace ahora la violencia futura, dado que ya no la precisa para recoger sus frutos, sigue sin condenar el terrorismo pasado, del que es legítimo heredero.
Así, pues, mientras la izquierda abertzale siga agradecida a ETA y no exija ya su rendición incondicional —sin mediadores ajenos que equiparen víctimas y verdugos—, no puedo creer en sus buenas y nuevas intenciones.
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