domingo, 30 de octubre de 2011

Daniel Gorosito Pérez. Artículo.




VIGENCIA DE LA RELACIÓN ÉTICA-POLÍTICA


Desde la Grecia clásica, la relación entre ética y política ha sido uno de los temas que más ha preocupado a muchos filósofos e intelectuales, a lo largo de la historia del pensamiento humano.

Durante la antigüedad y el Medioevo se daba por sentado que la relación ética-política era una relación esencial, algo natural, es decir, era parte de la realidad misma de estas esferas de la acción humana.

Entre ellas no había contradicción, ni separación posible. Ambas se articulaban en el desarrollo histórico de las sociedades. Dedicarse a una de ellas implicaba acercarse a la otra.

De tal forma que, los filósofos antiguos y medievales no podían concebir una separación entre ellas pues, ética y política estaban unidas en una relación indisoluble.

Es hasta la Edad Moderna, con pensadores como Nicolás Maquiavelo (injustamente juzgado por la historia), cuando comienza a cuestionarse si esta relación, ética-política es esencial, necesaria como afirmaban los antiguos, por el contrario es contingente.

Al hombre moderno ya no le parece que sea una relación tan natural. Y a Maquiavelo le tocará sembrar la duda sobre este vínculo. Para el pensador florentino el fin del verdadero político, del gobernante eficaz, es el ejercicio del poder, no por el poder mismo sino en función del bienestar general o bien común.

Es este bien común, el criterio que ha de regular en última instancia, la actuación del gobernante. Dicho principio regulador, vendría a desvirtuar la imagen que, históricamente, nos hemos hecho de Nicolás Maquiavelo: una persona sin escrúpulos, totalmente inmoral.

Afirmar que este filósofo no reconoce ningún límite moral a la acción de los gobernantes, es no haber comprendido, ni el contexto, ni el pensamiento del asesor político florentino.

Después de Maquiavelo, muchos, la mayoría oportunistas, han interpretado su pensamiento según su conveniencia, haciendo del poder político un instrumento de corrupción por medio del cual se puede cometer cualquier tipo de crímenes y abusos.

Con ello, han desnaturalizado la verdadera función de la política y han puesto en entredicho la importancia del papel del político dentro de la sociedad. Esto ha desembocado en un rechazo de la gente común hacia la actividad política por considerarla deshonesta.

Lo anterior nos revela que este tipo de reflexiones en torno a la relación ética-política permanece vigente y que, a pesar del tiempo transcurrido, es uno de los temas más permanentes de la filosofía.

Como sociedad debemos de tener claro que el gobernante como tal, tiene una función específica y determinada. Platón afirmaba que, así como el buen capitán de un barco es aquel que sabe llevar a puerto seguro su nave, el mejor gobernante será quien dirija el Estado de tal forma que todos los miembros de la sociedad logren alcanzar el fin último de la vida en sociedad: el bienestar y la felicidad.

El buen gobernante será por lo tanto, quien consiga llevar a buen puerto la nave del Estado lo que, en términos platónicos, significa que los miembros e la sociedad sean felices. Para ello se necesita que la acción del gobernante, esté limitada por principios morales que le permitan y en ningún caso le impidan, consecución del fin último del poder político.

Mostrar la necesidad de consolidar la relación ética-política, resaltando la importancia que para el hombre de Estado tiene contar con principios éticos que regulen su acción como única vía para lograr el bienestar de las sociedades en el mundo globalizado que traviesa una grave crisis económica de base moral, es la tarea del filósofo y los intelectuales hoy en día.

Aunque ya sabemos que, históricamente el político pragmático siempre ha desconfiado del intelectual, marginándolo y con ello despreciando un conocimiento que es vital.

Cuando esta situación cambie, cambiarán muchas cosas que hoy son parte de nuestra triste realidad social.



Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez.
Desde  Uruguay.





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