HERIDAS Y MUTILADAS
El otoño tiene esa ambigüedad característica entre la tristeza del día que se acorta, y la energía que despliega la gente tras el retorno de las vacaciones.
No obstante, en este primer día del otoño, la tristeza y el enfado me invaden al escuchar una noticia terrible, de la que no puedo hacer oídos sordos. Si por lo general, el año está horriblemente salpicado de asesinatos violentos de mujeres en manos de sus maridos o ex parejas, la noticia de hoy todavía es más incomprensible, pues se trata de una práctica continua y común, asimilada entre la sociedad de Camerún. El reportaje denuncia una sociedad y unas madres que se ven forzadas a quemar con piedras al rojo vivo los pechos de sus hijas, para que parezcan chicos y no sean violadas de manera continua y sistemática. Los gritos de las niñas ante la tortura es terrible, pensemos en cómo deben soportar el de la violación.
Parece imposible que la humanidad pueda infligir tanto dolor y crueldad a sus semejantes. La educación y la cultura son las únicas armas que hay para erradicar la violencia y la injusticia. Sufrimiento lo padecen tanto hombres como mujeres, y aunque no se trata de ver quien sufre más, reconozcamos que las mujeres a lo largo de la historia somos las perdedoras. En situaciones de guerra la mujer es violada como parte de la conquista del territorio; la mutilación de órganos genitales es otra práctica de control y de dominio y sometimiento en el matrimonio en algunos países del mundo; la falta de independencia económica es otro factor que atan a las mujeres a sus maltratadores.
Es un comienzo del otoño en el que yo también me siento indignada, por este y por otros motivos, y por ello voy a seguir luchando por mejorar la cultura y la educación social, por hacer de estos valores mi bandera, con el fin de dejar a nuestros nietos y nietas un mundo más respetuoso e igualitario.
Mercedes Huertas.
Desde Valencia, España.
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