¿POR QUÉ NADIE SE FÍA DE ESPAÑA?
Con este provocador título, los periodistas Gilles Tremlett (The Economist) y Raphael Minder (The New York Times) iniciaron este fin de semana en Salamanca unas jornadas internacionales sobre la crisis económica.
La conclusión es que España ofrece muchas estadísticas, pero contradictorias, según cuál sea la fuente, y sobre todo, opacas, en cuanto a sus conceptos y a su metodología. “Lo peor es la falta de transparencia”, dijo Tremlett, quien recordó la doble promesa incumplida de Rodríguez Zapatero de aprobar una ley que la garantizase: “España es uno de los tres o cuatro países europeos que carecen de esa ley”.
A partir de ahí, las autoridades —y las empresas y todo quisque— consideran la información como un patrimonio propio, que no deben compartir con el común de los ciudadanos. Doy fe personal de esa contradicción con la mayoría de países democráticos porque siendo corresponsal en Nueva York obtuve allí facilísimamente informaciones que en España no habría conseguido ni con fórceps.
Pero no nos creen solo los de fuera, sino que nosotros mismos consideramos viciada cualquier información según cuál sea su procedencia. Minder aludió a que aquí no se valora una opinión por sí misma, sino por el medio de comunicación que la recoge: “Ésa es la ventaja de los corresponsales extranjeros —dijo—, que todo el mundo puede citarnos sin que resultemos sospechosos”.
Habrá que concluir, pues, que, si ni siquiera nos fiamos de nosotros mismos, ¿cómo van a hacerlo los demás? Como dijo Luis Garicano, moderador del debate: “Ni hay conjura contra España, ni leyenda negra ni otras envidias”.
Enrique Arias Vega
Desde Valencia, España.
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